Es una reacción cutánea inflamatoria que se manifiesta con una erupción transitoria, generalmente diseminada, compuesta característicamente por máculas y pápulas. Se deben a la diseminación hematógena de un virus, por lo general banal. Suele ser más frecuente en niños o adultos jóvenes.
La mayoría de los exantemas viricos invernales se debe a virus respiratorios; durante el verano y el otoño son más frecuentes los causados por enterovirus.
Hay muchos tipos de exantemas víricos, la mayoría compuestos por máculas y pápulas diseminadas, que confluyen o coalescen en determinadas áreas corporales (p.e. pliegues y mejillas). Podemos identificar cierta «tumefacción» en la piel. Las máculo-pápulas desaparecen sin dejar «marca» en cuestión de días.
En ocasiones asociadas a síntomas generales (fiebre y malestar general), así como adenopatías. Pueden aparecer lesiones en mucosas, sobre todo en mucosa oral (papulovesículas en el paladar duro).
En su mayoría los exantemas víricos se diagnostican directamente en la clínica y puesto que el cuadro suele ser leve y remite en cuestión de días, las pruebas complementarias (analítica sanguínea y biopsia) no son imprescindibles. Para identificar el virus pueden practicarse cultivos, la reacción en cadena de la polimerasa y estudios serológicos específicos.
No hay tratamiento específico. La terapia debe ser sintomática, para aliviar los problemas que vaya padeciendo el paciente (fiebre, malestar general, prurito, etc…) hasta que el cuadro remita.